“Me di cuenta de que mi libro no tenía ningún sentido sin el contexto del deterioro de la crisis de salud mental de mi madre”, explica Mya-Rose Craig, (Somerset, Inglaterra, 2002), la joven británica que siendo todavía una niña vio cómo su blog de avistamiento de aves, Birdgirl, alcanzaba una inesperada popularidad que la llevó a convertirse en una de las voces más importantes a nivel mundial en el activismo climático, lanza ahora su libro. Birdgirl, editado en España por Errata Naturae, es la historia de una vida dedicada al pajareo desde muy corta edad, incitada por unos progenitores también apasionados por esta afición, una historia de viajes por el mundo, de la lenta pero segura formación de una persona y una comprometida activista, pero también es el relato del frágil equilibrio de una familia que padece el impacto de una enfermedad mental que fue diagnosticada tarde y recibió un tratamiento médico negligente. En la espiral del trastorno bipolar de su madre y de sus episodios maníacos, los viajes con fines ornitológicos de los Craig se presentan como paréntesis de una cierta calma, o cuanto menos como una oportunidad para reequilibrar fuerzas y liberar presiones.
No es la primera vez que el pajareo y la salud mental salen a relucir juntos, pero Mya-Rose Craig consigue hilvanar uno con otro en un testimonio tan excepcional como su propia vida. Pero la divulgación de esta ornitóloga va mucho más allá de la escritura, está llena de acción. Desde recaudar miles de dólares para limpiar un vertido de petróleo en Sundarbans, un manglar en Bangladesh protegido por la UNESCO, plantar árboles frutales, estudiar especies de aves, dar charlas sobre el cambio climático, viajar al Ártico con Greenpeace para dirigirse a los líderes mundiales, participar en mítines y conferencias junto a otras activistas internacionales como Greta Thunberg o la actriz Emma Watson, son solo algunos de los hitos que Craig atesora desde 2014 hasta hoy. Hablamos con Craig para conocer más sobre su visión respecto al pajareo, el activismo y la salud mental.
¿Puede ayudar el pajareo a quienes se sienten heridos por el mundo?
Mya-Rose Craig: Mi posición es que los humanos somos parte de la naturaleza, y por lo tanto es esencial que nos mantengamos conectados al mundo natural. Creo que la naturaleza, y particularmente la observación de aves, puede proporcionar una cura en tiempos de crisis, mejorando significativamente nuestra capacidad de hacerles frente. Para mí es como un tipo de mindfulness. Los pájaros están por todas partes y observarles puede ayudarnos a distraernos de las preocupaciones. Durante la pandemia, salir al exterior ayudó a la gente a sobrellevar la situación. En Black2Nature [su iniciativa sin ánimo de lucro] organizamos días de naturaleza para familias con dificultades, mostrándoles cómo puede ayudarles en momentos de crisis e incluso a sanar heridas que la vida nos trae.
Has viajado por todo el mundo para ver las aves más extraordinarias pero, como experta en la materia, ¿dirías que prestar atención a los pájaros de nuestro entorno más directo puede tener sentido y un cierto encanto? ¿Qué podemos aprender al reparar en ellos?
En 2012, cuando fuimos a Sudamérica durante seis meses, salimos a la búsqueda de nuevas aves increíbles. Se trataba de un viaje pajareo extremo que mi madre necesitaba para conectar con su mente y sentirse mejor. Durante la pandemia mi plan era viajar, pero en lugar de eso escribí tres libros y concedí incontables entrevistas sentada en mi escritorio mientras observaba el jardín. Mi padre había colocado comederos en mi ventana que atrapaban cada día mi atención. Fue así como me enamoré de nuestro jardín y de los campos y lo bosques más allá de él, de los pájaros que lo visitaban, especialmente de los pequeños y marroncitos, como los reyezuelos o acentores, de observarles mientras seguían con su vida. Existe una belleza y una lección en observar lo que ocurre frente a tus narices, en dejarte atrapar por las pequeñas cosas que suceden a tu alrededor. Aprender a ser sensibles a este tipo de cosas puede ayudarnos desde un punto de vista de mindfulness, prestar atención al mundo en lugar de estar tan ensimismados en nuestros problemas o ansiedades. La mayoría de la gente no puede escapar al otro lado del mundo, así que es importante contar con maneras sostenibles de mejorar nuestra resiliencia mental.
Recientemente, la población de Ecuador votó en un referéndum a favor de proteger el Parque Nacional del Yasuní, frente a la explotación petrolera, aunque todavía está en el aire si logrará paralizarla. ¿Dónde reside la fuerza de este tipo de victorias populares?
En 2010, cuando mi madre enfermó por primera vez, visité el Parque Nacional del Yasuní. Nos quedamos en el Napo Wildlife centre Lodge, donde la comunidad indígena local había dejado de cazar o de dañar la selva. Era la primera vez que conocía una población indígena, aprendía de su herencia, de sus vidas, y de cómo el ecoturismo podía ayudarles a vivir de manera más sostenible. Esto es algo importante de compatibilizar dado el impacto que el turismo tiene sobre el cambio climático y aquellas aves en peligro de extinción que las comunidades locales tratan de salvar montando proyectos de ecoturismo. En agosto de 2023, el 60% de la población de Ecuador votó para frenar la explotación petrolera, lo que es clave para salvar su fauna y su flora. Nuestro Primer Ministro, Rishi Sunak, acaba de aprobar todo un nuevo y enorme yacimiento petrolífero y de gas, Rosebank, que reportará pocos beneficios al Reino Unido. Espero que el resultado del referéndum en Ecuador sirva para mostrar a otros líderes que a sus pueblos sí les importan estas cosas.
En tu libro damos cuenta de lo importantes que son la paciencia y la gestión de la frustración en la observación de aves. Vivimos en un mundo que va a un ritmo muy rápido, justo lo contrario que ocurre en el pajareo, ¿crees que podemos extraer de ahí alguna lección?
Los viajes alrededor del mundo para observar aves implican muchísima concentración y entrenamiento, aprender sobre pájaros, sus hábitats, su aspecto, su canto. Al mirar atrás no me puedo creer la paciencia y dedicación que le he puesto. Por ejemplo, lograr avistar un Tapaculo fue muy difícil; si escuchábamos alguno teníamos que sentarnos y estar en silencio, a veces incluso horas, escuchando su canto, y quizás atisbando, de manera fugaz, un ave diminuta solo durante algunos segundos. Si una persona se lo pierde puede ser muy frustrante, especialmente porque esa persona solía ser mi madre. La observación de aves me ayuda mucho en mi día a día a ser paciente y no dejar que mi frustración me domine. La vida para las personas que pertenecemos a la Gen Z es increíblemente rápida, con publicaciones constantes en redes sociales, estudios, trabajo y presiones sociales, así que es bueno frenar un poco y quedarse quieta observando el mundo, es bueno para la salud mental.
En tu libro comentas cómo el sistema de salud público británico se ha debilitado con los años, algo que ocurre también en más países europeos. ¿Qué impacto tuvo en la salud de tu madre este deterioro?
El sistema de salud publico en Reino Unido ha sido prácticamente erradicado por nuestro gobierno de derecha desde que llegó al poder en mayo de 2010, que fue precisamente cuando los problemas de salud mental de mi madre hicieron que dejase de trabajar. Recibió un tratamiento terrible por parte de su médico de cabecera, quien le prescribió medicación que le condujo a episodios maníacos y quien se negó a derivarla a un psiquiatra. En 2011 un psiquiatra privado diagnosticó su trastorno bipolar y le dijo que los antidepresivos le estaban provocando los episodios maníacos. Dos meses después, cuando fue ingresada en un hospital de salud mental, los psiquiatras de la sanidad pública no quisieron aceptar el diagnóstico de bipolaridad, y se negaron a recetarle la medicación anti-psicótica que necesitaba para estabilizarse. En lugar de eso, le inyectaron todavía más antidepresivos, intensificando los episodios. Al recibir el alta, acudió a un psiquiatra público que escribió a su médico de cabecera informándole de que le daba el alta porque ella no estaba de acuerdo con la medicación. Mi madre le había preguntado si podía reducir la medicación para probar si le ayudaba a reducir sus episodios. Al quejarse, entró en la lista de pacientes difíciles. Después, mi madre vio a una coordinadora de cuidados que era una enfermera especializada en salud mental, sin embargo, cuando todos los servicios de salud públicos fueron suprimidos, perdió también este servicio de atención. El sistema sanitario ha obstaculizado ostensiblemente el diagnóstico y el tratamiento de mi madre. En la última década ha tenido la suerte de no tener que volver a toparse con los servicios de salud mental. Según Bipolar UK, la media de un paciente bipolar en ser diagnosticado es de 9 años y medios. Para mi madre, desde que tuvo su primera hospitalización hasta el momento de su diagnóstico y tratamiento pasaron 25 años.
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También te detienes en el libro en la discriminación que algunos pajareros sufren por su género, clase social o pertenencia a grupos racializados, y en cómo el acceso a la naturaleza está mediado por barreras sociales para muchas personas. ¿Cuál es tu experiencia en Black2Nature?
En el Norte global sufrimos de estas barreras para acceder a la naturaleza, que impactan especialmente en los segmentos de diversidad étnica, clase y género. Cuando era niña y durante mi adolescencia, ser una chica joven tuvo mucho que ver con la violencia que otros pajareros dirigían hacia mí. Muchos hombres adultos blancos no podían creer que una niña, y especialmente una perteneciente a una minoría étnica, pudiese estar interesada en los pájaros. Si hubiera sido un niño me habrían elogiado, habrían dicho que les recordaba a ellos de pequeños. Los chicos que han hecho tan solo una fracción de mi trabajo ganan premios por ello, y yo era continuamente marginada. A mis once años, un hombre que da conferencias en la universidad hizo un comentario s*xual sobre mí en un grupo privado de FaceBook que otros 40 pajareros varones encontraron gracioso, acosaban a mis padres o a cualquiera que me defendiera. He experimentado muchísimo racismo e islamofobia en las escuelas rurales, una de las razones por las que mis padres me sacaron del colegio para avistar aves. Pero fue a los 13 años cuando se me encendió la bombilla y me di cuenta de que nunca había visto pajareando a personas de minorías étnicas en el campo. En 2016, las estadísticas de English Nature revelaban que los niños de grupos socio-económicos más bajos salen a espacios verdes un 10% menos que los de la clase media. La etnicidad, la pobreza y el género tienen un impacto en el acceso a la naturaleza. Por eso lancé el campamento Avalon para gente joven. Al montar mi iniciativa Blak2Nature, me aseguré de que no tuviera ánimo de lucro. Trabajamos con jóvenes de minorías étnicas, familias y adultos marginados por la sociedad. Nuestros chicos viven en el 10% de las áreas más precarizadas del Reino Unido y a menudo presentan otros factores que les impactan como vivir en familias monoparentales, bajo el umbral de la pobreza, tener necesidades educativas especiales o experimentar pobreza energética y alimenticia. Todos los eventos de Black2Nature son gratuitos y ofrecen un enfoque diferente al de otras iniciativas, que promueven la afluencia numerosa de adultos de minorías étnicas en paseos por los que se les cobra 40 libras. Tenemos talleres diferentes en los campamentos, atendiendo a los distintos intereses de los participantes. Logramos un ratio de éxito del 100% en la tarea de conseguir que la gente joven se interese por el entorno natural.
Desde adolescente estuviste en el centro del activismo climático internacional, en un momento en el que las redes sociales se convirtieron en vehículos clave para estos mensajes. ¿Cómo te ha afectado a nivel de salud mental esta responsabilidad? Enfrentamos una crisis de salud mental muy dura, especialmente entre los jóvenes, ¿qué papel juegan en ella las redes sociales?
El racismo, la islamofobia y el sexismo que experimenté en redes sociales en mi preadolescencia fue horrible y me llevó a imponerme tiempos de desconexión para poder gestionar mis niveles de ansiedad. comencé a implicarme políticamente online a mis 11 años, bajo la supervisión de mis padres. Fue cuando comencé mi campaña contra la pérdida de biodiversidad y el cambio climático, sobre todo a través de mi blog, que rápidamente recibió millones de visitas. Pero siempre me centré en proyectos reales, más que intentar convertirme en una influencer en redes. Muchísimas personas conectadas a las redes no comprenden la complejidad del cambio climático, y la idea de la huella de carbono individual, lanzada por la compañía energética British Petroleum, nos distrae del hecho de que 100 empresas son las responsables del 70% de todas las emisiones de carbono del mundo. No me calificaría como una influencer en redes sociales ya que gran parte de mi trabajo se centra en educar a los niños en los campamentos de Black2Nature sobre la crisis climática en los países de los que procede su etnia. Mi trabajo de escritora no me deja tiempo para las redes sociales, que tampoco pienso que te conviertan en activista. Creo que las organizaciones medioambientales no deberían animar a la gente joven a pasar excesivo tiempo en las redes sociales, pero este se termina convirtiendo en el principal criterio para trabajar con gente.