EL PASADO SÁBADO se quedaron sin electricidad, agua, ni calefacción, mientras las tropas rusas empezaron a bombardear los edificios residenciales. Y entonces salieron del sótano dispuestos a escapar...El crimen de Tanya, Alice y Miketa: la familia asesinada en Irpin, Ucrania, cuando intentaba escapar con sus perritos (Tomado de El Mundo, España)
Aquí sus rostros, como símbolo del crimen "de lesa humanidad" cometido contra civiles. El único superviviente, el padre: "Perdóname, Tanya, no os protegí". Sus cuerpos sin vida junto a una maleta gris han recorrido el mundo como icono de la ocupación de Ucrania por Putin.
La salvación se encontraba al otro lado del río. Sólo había que cruzar el puente de Irpin, convertido en un sendero de escombros presidido un coche boca abajo con dos cadáveres. Tatiana (Tanya) Perebeynos, de 43 años, y sus hijos; Alisa de 9 años, y Miketa, de 18; corrían arrastrando las ruedas de sus maletas por la acera, y un transportín con dos Yorkshire, siguiendo un sendero evacuados y vallas. A sus espaldas, el fuego de mortero caía de forma intermitente sobre las casas, causando un fuego que nadie apagaba. Les faltaban apenas 80 metros para alcanzar el río. Al pasar frente a la iglesia ortodoxa de San Jorge, en la parada de autobús de Romanovka, una granada de mortero cayó en mitad de la carretera. Varios milicianos ucranianos salieron a socorrerles bajo una nube de humo, siguiendo un ladrido agónico de perros. Tatiana estaba herida de muerte, mientras los cuerpos sin vida de Alisa y Miketa ya tenían hasta las flores. Las del monumento a los caídos en la Segunda Guerra Mundial, que preside la iglesia.
El mortero se llevó por delante la vida de otras cinco personas. Entre ellas la de Anatoly, un joven de 26, originario de Lugansk en el Donbas, y que durante un tiempo fue confundido como el padre de la familia. Sergei sacó esa misma tarde a todos de su error en su perfil de Facebook: "Amigos, hoy en Romanovka, cerca de Irpen, mis hijos han sido asesinados. Tanya, perdóname, no os protegí".
Tanya, quien trabajaba como jefa de contabilidad de una startup, y sus hijos llevaba casi toda la invasión durmiendo en el sótano de su casa en Irpen, que es casi un barrio más del noroeste de Kiev. Oksana, amiga y compañera de trabajo de Tanya, cuenta que se llamaban por teléfono desde sus respectivos sótanos, y su amiga "incluso bromeaba, segura de que todo saldría bien". Las tiendas de la ciudad llevaban cerradas desde el miércoles. El sábado se quedaron sin electricidad, agua, ni calefacción, mientras las tropas rusas empezaron a bombardear los edificios residenciales. Tanya, explica Oksana, se habría ido mucho antes, pero no había encontrado qué hacer con su madre enferma. "No entiendo cómo ha pasado esto, ¡Pero no vieron que estaban disparando a niños!", lamenta.
La historia de Sergei y Tanya no empezó en el mejor escenario. Ambos nacieron en el Donetsk, en el Dombás; de dónde se marcharon tras las revueltas de 2014 en busca de un lugar seguro en el que criar a sus hijos. El 6 de julio de ese año Sergei, ingeniero de profesión, salió de Donetsk vía Maryinka con una caja de herramientas. Tenía que ir a Kiev para montar los ordenadores de los trabajadores de su empresa que habían abandonado Donetsk temporalmente huyendo de los disturbios. Por el camino le llamaron al móvil. Las tropas habían tomado su oficina en Donetsk. "Ya no podía volver", recuerda. Pocos después el edificio fue bombardeado.
La pareja solo volvería al Dombás para vender su apartamento. Se mudaron primero a Kiev, y luego a Irpen, donde Sergei trabajaba en Kernel, el mayor productor de aceite de girasol del mundo. Mientras Tanya era la responsable de contabilidad de la startup SE Ranking, dedicada al análisis de datos. Su empresa la despedía en las redes sociales: "No hay palabras para describir ni para aliviar nuestro dolor. Pero es muy importante para nosotros que Tanya y sus hijos Alisa y Miketa no sean solo estadísticas. Su familia fue víctima de fuego contra civiles, lo que por ley de cualquier país es un crimen de lesa humanidad. Nuestros corazones están rotos. Nuestras oraciones son para todos los ucranianos que están luchando por su derecho a existir".
Hasta hace apenas dos semanas Sergei era un tipo que salía en bici los fines de semana, colgaba chistes en su muro de Facebook burlándose del presidente Zelenski, criticaba la falta de información que había sobre el Covid, y cultivaba fresas en su jardín. El domingo, seguro de haber embarcado a su familia en un corredor humanitario, recibió una llamada. Tatiana estaba en el hospital de Akademgorodok en estado crítico.
Hasta que empezó el fuego de mortero, cuenta un responsable de la evacuación, la cosa no iba tan mal. Poco antes del disparo, un cámara local iba recogiendo testimonios de los vecinos que iban llegando al río. "Todo el mundo se va, como yo. ¿Has visto a los rusos? Yo no", le comenta un evacuado al periodista.
Con el puente volado, el ejército ucraniano había improvisado un paso que permitía alcanzar el otro lado, para subirse a unos autobuses que les llevarían a Kiev. El alcalde de Irpin, Alexander Markushin, colaboraba en la evacuación, y esa misma noche publicó un video emocionado, sobre unas muertes que ya se han convertido en un símbolo de esta guerra: "Dos niños pequeños murieron ante mis ojos".
El primero en inmortalizar la escena fue Andriy Dubchak, un fotógrafo ucraniano que colabora con el New York Times, quien comentó a Il Corriere della Sera. "Caminaba por las calles de Irpin, el pueblo atacado por los rusos al noroeste de Kiev. Había refugiados tratando de escapar y yo estaba haciendo fotos y vídeos. Poco antes había escuchado disparos de ametralladora, mientras caminaba junto a otros compañeros. En cierto momento, quedó claro que los rusos, desde la distancia, habían visto a refugiados que trataban de escapar. Había cientos de mujeres, niños y ancianos que trataban de huir ayudados por voluntarios. Y entonces llegó la bomba", cuenta.
En el vídeo que grabó se puede ver el estallido. Por casualidad se encontraba grabando en ese momento y él mismo resultó herido leve en un tobillo por la metralla. Había polvo, astillas y un voluntario resultó también herido. Tan pronto como el polvo permitió la visiblidad, Andriy retomó la escena, giró la cámara y fue cuando se escuchan gritos, llamadas de auxilio. Los cuerpos estaban sobre el asfalto. "Los dos hermanos murieron de inmediato. Cuando corrí al lugar en el que se encontraban ya no respiraban. La madre estaba inconsciente, pero tenía pulso", explica.
Andriy tiene grabada en su mente la imagen de los dos hermanos. Miketa tenía la cara ensangrentada. Los dos iban muy tapados a causa del frío, y el hombre que les acompañaba también murió rápidamente.
Sergei no llegaría a tiempo para despedirse de Tanya, quien falleció en el hospital. Aún así quiso ver las imágenes de los cuerpos sin vida de sus hijos, y se fijó en el transportín en el que viajaban sus dos Yorkshires, en el suelo, y aparentemente estaba intacto, por lo que se animó a preguntar en las redes por sus perros. "A juzgar por el vídeo, sobrevivieron. ¿Puede haber alguien que sepa si están bien, o dónde están?", escribió ayer.
Hay algún vídeo del ataque, que ya ha dado la vuelta al mundo, en el que se puede ver el otro lado del transportín, completamente destrozado. Aún así, al poco, alguien le mandó la foto de un periodista portado uno de los Yorkshire, fallecido o en muy mal estado. Y luego una clínica informó de que uno de los perros, el mayor de ellos, y que convivía con ellos desde hace once años, era el único que había sobrevivido. Aunque había perdido una pata y se encontraba en estado crítico. "Había esperanza de que al menos alguien se quedara, pero nos vamos todos", dijo Sergei a modo de despedida.
Colgué las imágenes de las víctimas en las redes sociales y a las pocas horas me contactó la madrina de los niños", cuenta Adriy a Il Corriere della Sera. Según explica, quería saber cómo habían muerto, si habían sufrido y hablaba entre lágrimas. "Ellos [en referencia a su familia] estaban encerrados en búnkeres y se suponía que Tatiana y sus dos hijos se unirían a ella", añade. Ahora la madrina tendrá que recuperar los cuerpos en la morgue central de Kiev.
El emprendedor Mikita Mikado, responsable de la startup PandaDoc, dedicada al envío de documentos digitales, conocía a Tanya porque era inversor de su compañía. "Tatiana y sus hijos no pueden volver, pero todavía se puede prevenir la muerte de otras personas. ¿Cómo? De la manera que puedas: donar a organizaciones benéficas, ayudar a las Fuerzas Armadas de Ucrania, tratar de llegar a ciudadanos rusos y contar lo que está pasado, ir cada día a manifestaciones sin miedo a las porras de la policía, instalar VPNs a amigos y familiares para que saquen sus cabezas de la televisión de Putin. Por favor, haz algo", publicó en sus redes.